Había una vez un conejo que siempre atormentaba a la tortuga a causa de su lentitud. Un día la tortuga respondió airadamente, “¿Quién te crees que eres? De veras, eres muy rápido, pero ¡no eres invencible!”
El conejo rio a carcajadas. “¿No soy invencible? ¿Quién puede vencerme? ¿Tú? Creo que no hay nadie en el mundo que puede conquistarme. Deberías intentarlo.”
Enfadado por el gran orgullo del conejo, la tortuga aceptó el desafío. El circuito se diseñó por la carrera, y el próximo día los competidores estuvieron a la línea de salida. El conejo no había durmido bastante y estaba muy cansado. Cuando la carrera comenzó y el conejo vio la lentitud penosa de su oponente, el conejo decidió echar una siesta corta. “Tómate tu tiempo,” dijo el conejo a la tortuga. “Yo voy a descansarme por un rato, y te alcanzaré en poco tiempo.”
Cuando se despertó el conejo, la tortuga todavía no había avanzado mucho. El conejo tenía hambre y era confidente en sus habilidades. Por eso, decidió desayunarse también. Él fue a un campo cercano y comió un desayuno delicioso de la col, las zanahorias, los tomates, y el maíz. Pero la comida pesada y el sol caloroso le hicieron muy soñoliento otra vez. Miró al progreso de la tortuga, que todavía no había terminado la mitad del circuito. Se durmió de nuevo, pensando en la expresión que tendría la tortuga cuando el conejo le venció después de dormir.
Al atardecer, la tortuga estuvo a punto de cruzar la línea de meta cuando se despertó sobresaltado el conejo. Empezó correr más rápidamente que había corrido en su vida. Casi alcanzó a la tortuga pero ya era demasiado tarde. ¡La tortuga había vencido al conejo! La tortuga sonrió y dijo al conejo, “Lento y constante gana la carrera.”
No comments:
Post a Comment